El Lunes con AlasEl lunes con alas, y el martes al suelo. ¿Elevarse, levantarse, cuál es el punto? Si de todos modos, como Ícaro hemos de caer al vacío, al infinito que a ratos se eleva, que a momentos sube, que impide el cómo saber si nos vamos cuando estamos llegando. Así te dije adiós: en el mejor momento, en el cuadro de nuestras vidas que pinté durante algunos meses, y que al contrario de Dorian Grey, rasgué para vivir y no para morir de viejo. Llevaste aire, robaste tiempo, quitaste vida, enfermaste mi no existencia a la que primero habías dado tanto. Comenzó en el pálido ser de un viejo y apresurado alcatraz, en una tarde en la que la palabra cobró nuevo significado, puesto que los dos estábamos así, ahí, en el atardecer donde no sé si mis tennis eran viejos o si eran sandalias o si qué carajos estaba pensando cuando decidí llevar a cabo lo que desde el principio no debió ser. Pasaron los días y no me decidía, cuando que seguramente en tus elaboradísimos planes ya estaba cómo iniciaría y cómo seguiría, pero lo que causó el problema fue que por mí no terminó como según tu debería. Y entonces estaba Iván, ¿te acuerdas? ¡Ese no es y lo sabes! Y no fue el único, porque la relación de pareja se hizo grupal en menos tiempo del que te tardabas en escribir un mensaje de texto. Y entonces llegué y te vi y sabía que eras tú y me decidí y te hablé y te sorprendí y entonces comenzó, un monstruo que parimos juntos, que bebimos juntos como de la misma copa del vino de la emoción que dura lo que el alcohol al aire. Dos cosas tan distintas no pueden permanecer juntas por tanto tiempo sin hacerse daño y tratar de cambiarse a la mala con resultados desastrosos para ambos. ¿hasta cuándo? ¿hasta dónde? Definir límites no estaba dentro del presupuesto de esta empresa rocinante como los molinos de la mujer amada que dejó lo dulce para ser amarga. Así nos vimos hasta muy tarde y con la luna y con todas las cosas que se volverían los íconos que ahora evito ver por pura constancia, como evito la medicina para el dolor de estómago. Y volví tarde y emocionado y enamorado y quién sabe cuántas mentiras más. El vuelo había dado inicio, y de saber que sería tan vertiginoso no me habría atrevido a hacerlo. Aunque quizá sí.
Pasado esto de día se hizo, después en una prolongada noche en la oscuridad de la torre donde el genio, que no en lámpara, se escondía del mundo, en un refugio al que nadie había podido trasgredir y del que no debió salir nunca. Aquí se está bien. Soy un hombre cómodo alejado de la incomodidad del diario vivir. Enfrentarse al mundo es salir al ruedo y enfrentar a otra clase de bestias, que en lugar de cuernos tienen dagas por lengua, afiladas y listas para dañar y cortar. Una persona con una existencia feliz no es la que lo tiene todo, sino la que tiene lo que quiere aunque no posea ninguna otra cosa. Si de algo sirvieron los meses, los mazos, las risas, los llantos, los insípidos cafés de largas caminatas sin sentido ni rumbo, las noches juntos y las tardes de lluvia y de miedo y de frustración y del perro que no tuvimos y de la silla de la abuela y de cuando todos sabían lo que negaban y que yo mismo no quería creer que sucedía. Seguí al pie de la letra lo que me tenías preparado, pero el problema vino cuando me harté y tú te hartaste porque mis grandísimos esfuerzos coronados en logros te parecieron meros intentos. Minimizaste mis esfuerzos y me convertiste en algo que al final ya no te gustaba. Pero mira, pues, si así es la vida, lo intenté con pasión y te di sin medida, y a cambio recibía, no te ti, pero para el caso, insultos, regaños y reclamos. Me sentía en el medio de un cine abandonado, proyectando una película planeada pero por mal planeada arruinada. Era un desastre en medio de la nada. Una vieja cinta con el cielo en gris y los cerros y la casa y el árbol y el río donde no me gustaba nadar ni acercarme siquiera. No supimos entender que tú querías y a mí no me gustaba y entonces se tornó en algo peor: monotonía, la misma canción de siempre, el mismo pan con lo mismo y la nota discordante que se elevaba al paraíso, al que nunca llegamos.
Eras tú y tal como eras y sin embargo me parecías a ratos ajena. Y tus hermanos y tu familia y amigos y parientes y toda la gente que parecía conocerme sin que yo los hubiese visto siquiera. Y entonces era miércoles y un viaje. Y no solo uno, varios, frustrantes, malas vacaciones en las que ni siquiera tuve que estar para que dolieran tanto como una semana en el infierno. Y al parque de diversiones, y al balneario, y al techo, y a contar lunares, y a ver si era o no iba o para qué rayos existía en el medio de un momento y un lugar sin definición. Y todo era hermoso y todo maravilloso y cada momento un éxtasis de esos que hay pocos y que nunca estabas yo, y que nunca estaba tu, y jamás nos encontramos. Cuatro horas, doce minutos, días de gloria, diversión ajena de la que nunca supe si me gustaría porque de hecho, antes, ya lo había vivido, aunque con otros nombres, con otros matices, en una vertiente distinta, donde sin saberlo afirmé lo afirmado y comprobé lo ya visto. Dije que no tantas veces que se me acabaron los modos, aunque debo creer que descubrí bastantes porque tanto tiempo no pasa sin que una explicación lógica surja y aclare el mar de dudas y los océanos de llantos que bordeaban la isla donde vivimos, el único lugar donde todo parecía tener sentido, pero que en realidad era el miedo a lo que nunca estuvo y a lo que no sería ni será jamás. Y entonces, a la media noche del día en el que estaba preguntándome si alguna vez viajaríamos juntos mas allá de un lugar lleno de tierra y unos guajolotes en los árboles y veinte perros y la pequeña y el servilletero y la falta de alicientes, amaneció para otro momento en el que no tenían cabida nada que no fuera mi incompetencia y tu exigencia.
El jueves con muletas, el viernes al drenaje. ¿Será que alguna vez estuvimos juntos? Me parecen hoy tan lejanos tu y lo que de ti habla que pareciera una de tantas experiencias que viví a través de otros. Que una sensación de irrealidad me invadía cada vez que había que pedir perdón. ¡Te rogué tanto esa noche! ¿y a dónde íbamos si a la vuelta de la rueda y al pasar de los compases nos pondría en la misma perspectiva del otro en empatía de un zapato de uno y otro de otro? Si yo no estuve nunca ahí, es más que porque no podía. Muchas veces no quería, pero no escuchabas, te cerrabas, enclaustrada en tus verdades que eran en realidad mentiras ante los ojos de todos y ante la mirada de él, y de ella y de todos. ¿Protegidos? ¿De qué? La mejor solución la encontré en la más drástica, la única que para mi cobró sentido y para ti una cuenta de un crédito inmenso que parecía inagotable. Y no me busques, y no me llames, y engáñame pero no me dejes. Patrañas, que en un tiempo más largo nos parecerá ridículo. Pasan los días y aunque me obligo, y aunque mi guía me diga que calle, que no lo mereces, que eso habla mal de mí, no lo encuentro, no lo distingo, no lo veo en medio de tantas frustraciones: si no fui feliz y creo serlo ahora. ¿Qué te dice eso entonces? ¿Qué nos dice cuando un año pasará pronto?
No quiero. No quiero. No quiero. ¿Suena exagerado? A ti ni cosquillas te hizo. Nunca quisiste escucharme cuando era tiempo, y hoy que el tiempo no es inconveniente ni sobra pero ni falta que nos hace, estás con la disposición que quise y que ya no quiero. Y que si lo vuelvo a intentar allende lejanas costas, con otros soles, con otros mundos, será con miedo, frustración, ira y el no por adelantado. Y que si estamos como estamos es porque hay cosas que pasan y no debían y no se evitan y quién podía adivinarlo. Así me voy, aunque si somos coherentes, me fui mucho antes de que te dieras cuenta de qué iban las cosas. No es reclamo, es recuento. No es rencor, es reto. No es amor, es ansia… es el ansia de volar, de volar lejos.
Y tomaré unas alas prestadas porque las mías se han derretido, o pediré aventón o me tiraré al vacío. Si me diste algo seguro ya lo olvidé, otra cosa que a ojos de todos imposible es. En sábado morí y en domingo volví a vivir, y entonces, hoy que es lunes, otro lunes, donde todo cambió, te digo adiós… un nuevo lunes con alas, pero en la esperanza de un martes mejor: uno en el paraíso.