martes, 6 de noviembre de 2007

Gusteau, profunda experiencia

La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, divertidas de escribir y de leer. Pero la triste verdad es que en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica.

Pero en ocasiones el crítico sí se arriesga cada vez que descubre y defiende algo nuevo.

El mundo suele ser cruel con el nuevo talento. Las nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos. Anoche experimenté algo nuevo, una extraordinaria cena de una fuente singular e inesperada. Decir solo que la comida y su creador han desafiado mis prejuicios sobre la buena cocina, subestimaría la realidad: me han tocado en lo más profundo.

En el pasado, jamás oculté mi desdén por el famoso lema del chef Gusteau: "Cualquiera puede cocinar". Pero al fin me doy cuenta de lo que quiso decir en realidad. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado. Es difícil imaginar un orígen más humilde que el del genio que ahora cocina en el restaurante Gusteau; y quien, en opinión de este crítico, es nada menos que el mejor chef de Francia.

Pronto volveré a Gusteau, hambriento.
- Anton Ego

[Ratatouille, Disney-Pixar, 2007]

miércoles, 3 de octubre de 2007

Trilogía del Diablo, Prefacio

Hace tiempo que empezó (son ya años) y hoy culmina. Cielo, Infierno y Purgatorio; Azúl, Blanco y Rojo... y el Diablo por triplicado.
El órden de lectura es indistinto, puesto que hay mucho de ficción en mi verdad y mucho de verdad en mi ficción. Sin embargo, el número otorgado es por hacerlo cronológico, y básicamente uno habla del pasado, dos es ficticia y tres es el final.
Se agradecerán comentarios, sugerencias y críticas.
J. J. Maxton

Trilogía del Diablo, Parte Tres

El Lunes con Alas

El lunes con alas, y el martes al suelo. ¿Elevarse, levantarse, cuál es el punto? Si de todos modos, como Ícaro hemos de caer al vacío, al infinito que a ratos se eleva, que a momentos sube, que impide el cómo saber si nos vamos cuando estamos llegando. Así te dije adiós: en el mejor momento, en el cuadro de nuestras vidas que pinté durante algunos meses, y que al contrario de Dorian Grey, rasgué para vivir y no para morir de viejo. Llevaste aire, robaste tiempo, quitaste vida, enfermaste mi no existencia a la que primero habías dado tanto. Comenzó en el pálido ser de un viejo y apresurado alcatraz, en una tarde en la que la palabra cobró nuevo significado, puesto que los dos estábamos así, ahí, en el atardecer donde no sé si mis tennis eran viejos o si eran sandalias o si qué carajos estaba pensando cuando decidí llevar a cabo lo que desde el principio no debió ser. Pasaron los días y no me decidía, cuando que seguramente en tus elaboradísimos planes ya estaba cómo iniciaría y cómo seguiría, pero lo que causó el problema fue que por mí no terminó como según tu debería. Y entonces estaba Iván, ¿te acuerdas? ¡Ese no es y lo sabes! Y no fue el único, porque la relación de pareja se hizo grupal en menos tiempo del que te tardabas en escribir un mensaje de texto. Y entonces llegué y te vi y sabía que eras tú y me decidí y te hablé y te sorprendí y entonces comenzó, un monstruo que parimos juntos, que bebimos juntos como de la misma copa del vino de la emoción que dura lo que el alcohol al aire. Dos cosas tan distintas no pueden permanecer juntas por tanto tiempo sin hacerse daño y tratar de cambiarse a la mala con resultados desastrosos para ambos. ¿hasta cuándo? ¿hasta dónde? Definir límites no estaba dentro del presupuesto de esta empresa rocinante como los molinos de la mujer amada que dejó lo dulce para ser amarga. Así nos vimos hasta muy tarde y con la luna y con todas las cosas que se volverían los íconos que ahora evito ver por pura constancia, como evito la medicina para el dolor de estómago. Y volví tarde y emocionado y enamorado y quién sabe cuántas mentiras más. El vuelo había dado inicio, y de saber que sería tan vertiginoso no me habría atrevido a hacerlo. Aunque quizá sí.

Pasado esto de día se hizo, después en una prolongada noche en la oscuridad de la torre donde el genio, que no en lámpara, se escondía del mundo, en un refugio al que nadie había podido trasgredir y del que no debió salir nunca. Aquí se está bien. Soy un hombre cómodo alejado de la incomodidad del diario vivir. Enfrentarse al mundo es salir al ruedo y enfrentar a otra clase de bestias, que en lugar de cuernos tienen dagas por lengua, afiladas y listas para dañar y cortar. Una persona con una existencia feliz no es la que lo tiene todo, sino la que tiene lo que quiere aunque no posea ninguna otra cosa. Si de algo sirvieron los meses, los mazos, las risas, los llantos, los insípidos cafés de largas caminatas sin sentido ni rumbo, las noches juntos y las tardes de lluvia y de miedo y de frustración y del perro que no tuvimos y de la silla de la abuela y de cuando todos sabían lo que negaban y que yo mismo no quería creer que sucedía. Seguí al pie de la letra lo que me tenías preparado, pero el problema vino cuando me harté y tú te hartaste porque mis grandísimos esfuerzos coronados en logros te parecieron meros intentos. Minimizaste mis esfuerzos y me convertiste en algo que al final ya no te gustaba. Pero mira, pues, si así es la vida, lo intenté con pasión y te di sin medida, y a cambio recibía, no te ti, pero para el caso, insultos, regaños y reclamos. Me sentía en el medio de un cine abandonado, proyectando una película planeada pero por mal planeada arruinada. Era un desastre en medio de la nada. Una vieja cinta con el cielo en gris y los cerros y la casa y el árbol y el río donde no me gustaba nadar ni acercarme siquiera. No supimos entender que tú querías y a mí no me gustaba y entonces se tornó en algo peor: monotonía, la misma canción de siempre, el mismo pan con lo mismo y la nota discordante que se elevaba al paraíso, al que nunca llegamos.

Eras tú y tal como eras y sin embargo me parecías a ratos ajena. Y tus hermanos y tu familia y amigos y parientes y toda la gente que parecía conocerme sin que yo los hubiese visto siquiera. Y entonces era miércoles y un viaje. Y no solo uno, varios, frustrantes, malas vacaciones en las que ni siquiera tuve que estar para que dolieran tanto como una semana en el infierno. Y al parque de diversiones, y al balneario, y al techo, y a contar lunares, y a ver si era o no iba o para qué rayos existía en el medio de un momento y un lugar sin definición. Y todo era hermoso y todo maravilloso y cada momento un éxtasis de esos que hay pocos y que nunca estabas yo, y que nunca estaba tu, y jamás nos encontramos. Cuatro horas, doce minutos, días de gloria, diversión ajena de la que nunca supe si me gustaría porque de hecho, antes, ya lo había vivido, aunque con otros nombres, con otros matices, en una vertiente distinta, donde sin saberlo afirmé lo afirmado y comprobé lo ya visto. Dije que no tantas veces que se me acabaron los modos, aunque debo creer que descubrí bastantes porque tanto tiempo no pasa sin que una explicación lógica surja y aclare el mar de dudas y los océanos de llantos que bordeaban la isla donde vivimos, el único lugar donde todo parecía tener sentido, pero que en realidad era el miedo a lo que nunca estuvo y a lo que no sería ni será jamás. Y entonces, a la media noche del día en el que estaba preguntándome si alguna vez viajaríamos juntos mas allá de un lugar lleno de tierra y unos guajolotes en los árboles y veinte perros y la pequeña y el servilletero y la falta de alicientes, amaneció para otro momento en el que no tenían cabida nada que no fuera mi incompetencia y tu exigencia.

El jueves con muletas, el viernes al drenaje. ¿Será que alguna vez estuvimos juntos? Me parecen hoy tan lejanos tu y lo que de ti habla que pareciera una de tantas experiencias que viví a través de otros. Que una sensación de irrealidad me invadía cada vez que había que pedir perdón. ¡Te rogué tanto esa noche! ¿y a dónde íbamos si a la vuelta de la rueda y al pasar de los compases nos pondría en la misma perspectiva del otro en empatía de un zapato de uno y otro de otro? Si yo no estuve nunca ahí, es más que porque no podía. Muchas veces no quería, pero no escuchabas, te cerrabas, enclaustrada en tus verdades que eran en realidad mentiras ante los ojos de todos y ante la mirada de él, y de ella y de todos. ¿Protegidos? ¿De qué? La mejor solución la encontré en la más drástica, la única que para mi cobró sentido y para ti una cuenta de un crédito inmenso que parecía inagotable. Y no me busques, y no me llames, y engáñame pero no me dejes. Patrañas, que en un tiempo más largo nos parecerá ridículo. Pasan los días y aunque me obligo, y aunque mi guía me diga que calle, que no lo mereces, que eso habla mal de mí, no lo encuentro, no lo distingo, no lo veo en medio de tantas frustraciones: si no fui feliz y creo serlo ahora. ¿Qué te dice eso entonces? ¿Qué nos dice cuando un año pasará pronto?

No quiero. No quiero. No quiero. ¿Suena exagerado? A ti ni cosquillas te hizo. Nunca quisiste escucharme cuando era tiempo, y hoy que el tiempo no es inconveniente ni sobra pero ni falta que nos hace, estás con la disposición que quise y que ya no quiero. Y que si lo vuelvo a intentar allende lejanas costas, con otros soles, con otros mundos, será con miedo, frustración, ira y el no por adelantado. Y que si estamos como estamos es porque hay cosas que pasan y no debían y no se evitan y quién podía adivinarlo. Así me voy, aunque si somos coherentes, me fui mucho antes de que te dieras cuenta de qué iban las cosas. No es reclamo, es recuento. No es rencor, es reto. No es amor, es ansia… es el ansia de volar, de volar lejos.

Y tomaré unas alas prestadas porque las mías se han derretido, o pediré aventón o me tiraré al vacío. Si me diste algo seguro ya lo olvidé, otra cosa que a ojos de todos imposible es. En sábado morí y en domingo volví a vivir, y entonces, hoy que es lunes, otro lunes, donde todo cambió, te digo adiós… un nuevo lunes con alas, pero en la esperanza de un martes mejor: uno en el paraíso.

Trilogía del Diablo, Parte Dos

Disfraces y Medicina de Amor

Hicieron falta tres pasos... ¿tuyos o míos? Qué importa. De todos modos, esos fueron. Bueno, al menos es lo que pude calcular en los mosaicos cuadrados del piso que nos separaba. Si yo nunca bailaba, tú me inspiraste a hacerlo. Tu sentada, yo de pie. Jamás habría sido así si yo hubiera sido otro, o si tu hubieras sido otra. Probablemente así era. No estábamos siendo nosotros mismos. Eran un par de cuerpos, y los cuerpos no llegan jamás a conocerse, por más que se toquen y se mezclen. Son las almas las que se encargan de eso. Pero la tuya estaba fuera de la pista. La mía estaba fuera de este mundo, languideciendo por cosas que realmente (y visto desde aquí y ahora) no valían la pena. Y sin embargo, ya se lo dirías a una de tus amigas, la que me cuenta lo que cuentas, "en ese momento lo valían". Quizá en ese momento creímos que lo valía. Y perdimos el tiempo, y el dinero, y el aliento, y unos calzones blancos de resortes negros por unos rojos de osos infantiles. Así fue.

¿Dónde estabas? Yo aquí, esperándote, sin encontrarte, sin saber que eras tú lo que tenía que encontrar. A tres pasos de distancia bajo luces estridentes y música ensordecedora. Todo comenzó cuando, arrastrado por mis nuevos amigos, quisimos ir a conocer el nuevo antro de moda. Cada semana era uno distinto, y mis amigos siempre variaban. Eran tan estables yendo al mismo lugar como con sus mismas mujeres u hombres. ¿Cómo podían "enamorarse" tantas veces en tan corto espacio de tiempo? Algunos decían que no era amor, sino simple calentura. Pero yo bien los conocía, más a unos que a otros. Estaba Salvador, y probablemente solo a él le creería si me lo dijera. Tuvo amores con todas, e incluso con un tipo al que apodaban "cerdo". No lo era ni física ni mentalmente, pero tuvo el infortunio de estar en un sucio lugar en el peor de los momentos. Y Salvador decía amarlas a todas. A todas les hizo cartas, les escribió poemas. Hizo dos antologías y las presentó en la Casa de Cultura y frente al presidente. A todas les hacía canciones, tristes y lentas baladas con nombres impronunciables de sus amores. Yo planeaba sus portadas, recortaba las fotos, me enamoraba al mismo tiempo de esos pálidos rostros de las fotos infantiles en blanco y negro.

¿Cómo fue que nunca me enamoré? Probablemente estaba buscando en el lugar incorrecto. Alguna vez intenté comprar un fusible en la papelería donde vendían "de todo", en una ferretería y en una tlapalería. Nadie me dijo que esas cosas se compran en otro lugar. Que el amor no se pide envuelto, ni se requiere con chocolate del que se congela en la punta de los helados. El amor no lo venden en las tiendas, aunque a veces nos creemos tal cosa. El amor ni siquiera se encuentra. El amor nos encuentra a nosotros, solos, abandonados, tristes o incluso eufóricos. El problema comienza cuando creemos que es el amor el que ha dado con nosotros, y nos dejamos llevar, y nos dejamos lastimar, y lloramos por ello, y aún así seguimos ahí, pues creemos que es el amor el que nos lo está haciendo. Y es que, en estos días, disfrazarse de amor resulta muy sencillo. Ya no es como antes, que el disfraz era caro, difícil de conseguir y poco creíble. Probablemente lo que en estos días venden en las tiendas no es amor: son disfraces de amor. Lo compras, te lo pones, engañas, y al final y cuentas no sientes nada porque el traje venía con una capa plástica que impide que sientas lo que sea. Y la última moda en las tiendas departamentales es vender medicina anti-disfraces de amor. La ingieres en la dosis recomendada por tu mejor amigo, y le haces creer al mundo que no quieres amar, que no puedes amar o simplemente que ya estás amando, aunque estés más solo que tú mismo cuando no tienes amor.

¿A dónde va el mundo? Con disfraces y pastillas estamos evitando enfrentarnos al problema de enamorarnos de verdad, por el miedo a lastimarnos y engañarnos. Sería más sencillo si todo fuera como antes, donde ignorábamos para qué era la zona de en medio de las piernas hasta que nos casábamos. Donde sentir placer era un pecado, y las muchachas se embarazaban... un momento... las mujeres se embarazaban a los 13. Bien, en ese aspecto hemos aumentado y disminuido, y hoy no es raro que así suceda. No, probablemente no sería más fácil. Lo más fácil hubiera sido avanzar tres pasos, invitarte a bailar, a hacer el amor y a casarnos al día siguiente, para vivir juntos y felices. Para tener un suegro gruñón que quisiera a sus nietos como hubiese querido a sus hijos de haber tenido algunos. Nunca te rechazó pero deseo en secreto que hubieses sido hombre. Por mi parte, doy gracias de que no hubieras sido Guadalupe hombre, sino Lupita mujer.

Los "anímate" nunca son suficientes. Son una droga altamente difícil de conseguir que el cuerpo solo requiere en ciertas ocasiones. Equivalen a un "me tiro para que me levanten", donde creemos que alguien solo nos gusta y creemos que alimentándonos de ellos era suficiente. Que conque nuestros amigos nos dijeran "se me hace que sí le gustas" ya no hacía falta nada más. ¿Cuántas veces? ¿Cuántos momentos? ¿Era necesaria una equivocación tan grande como para creer que eso era todo? ¿Qué me bastaba verte vestida de un azul que debió ser rosa sin animarme a caminar para alcanzarte?

Hay ciertas cosas que "todo el mundo sabe", y sin embargo, le hace falta un "excepto". La frase contigo es "todo mundo sabe, excepto tu..." y eso no adquiere lógica, al contrario, la pierde, pues si mi mundo eras tú, ¿cómo es que todo ese mundo ignoraba lo que todos los demás sabían? Me hice amigo de tu mejor amiga solo para conquistarte. Y yo lo sabía todo, incluso calculé las posibles respuestas a mis imposibles preguntas. Veintiséis, no bebo, vengo con unas amigas. ¿Será por eso que no caminé esos pasos? ¿Qué te conocía tan bien como para saber qué dirías, qué harías, qué supondrías al verme, que no era necesario escucharlo de ti? ¿Me enamoré entonces, no de un imposible, sino de un muy posible? ¿Será que me gusta sufrir? El masoquismo psicológico existe: lo estoy comprobando ahora.

Yo sabía que esos pasos de mis zapatos negros eran necesarios para alcanzar tu alma. Sin embargo, no me atreví a darlos. En cambio di siete más para regresar a mi asiento. Bebí a tragos de la botella de anti-disfraz para alejarme de tu vestido rosa, que era tu disfraz de amor. Te miré a los ojos y en el fugaz instante en el que los tuyos se cruzaron con los míos, comprendí que funcionabas mejor como ilusión que como realidad. Que te merecía tanto que ya no era necesario tenerte para sentir que te amé ochenta años, aunque solo hubieran sido horas si las pusiéramos juntas.

Sí... eso fue lo que pasó...

Ya nos habíamos amado. Compartimos esa hora y media de esperar a que comenzara una película. Comimos del mismo helado, tuvimos sexo en el auto y manchaste mi camisa favorita con mostaza. Nos regalamos tantas cosas que cuando las pusimos juntas llenaban medio armario. Tuvimos una boda sencilla en un pueblo desconocido con nuestras familias juntas, un par de hijos, muchas peleas y satisfacciones, una nieta que estudiaba en el extranjero y dormíamos juntos a veces por costumbre y a veces por frío. Morimos en una mañana de noviembre y nos dieron sepultura en la misma cripta. Y entonces, como todo eso ya había pasado, probablemente decidí que sería mejor volver atrás, y volverlo a intentar con alguien que, aunque a tres pasos físicos, estuviera a menos distancia que tu de mi corazón...

Trilogía del Diablo, Parte Uno

Tú y el Diablo

La noche que me dejaste estaba a punto de perdonar al diablo. Y mira lo que son las cosas... tu cuerpo ni siquiera tuvo que salir de la habitación. Estabas acostada, mirando al techo y preguntándote por milésima vez si alguien más veía formas en el Tirol que los albañiles no supieron pegar. Esa noche no estabas tan creativa. Viste un cerdo, una pierna de pollo y unas gafas. Te diste la vuelta, y en el preciso instante en el que tu espalda me miró a los ojos, te fuiste. Yo estaba, dónde si no, en este aparato maldito que tantas veces nos alejó. "¡Ya sé que de aquí comemos...! ¿Pero de qué sirve la comida del cuerpo cuando no hay alimento del alma?" Me encantabas cuando tu aroma era el inconfundible perfume del cliché. Cuando tu espalda me miró estaba escribiendo las primeras líneas del último de los poemas que tu sutil encanto me inspiró. Se llamaba "Apología del Diablo". Como te dije, estaba a punto de perdonarlo. ¿Por qué decimos "Dios mío" si Él no tiene la culpa? A veces una mala palabra suple perfectamente el "diablo mío". Él sabe que lo estamos mirando. Incluso sé que está leyendo, a través de mis ojos (quizá esté hackeando mi conexión, ya ves que esto del internet es cosa suya; no en vano dice Julio que debería llamarse "Infiernet") y que se regodea tanto o más que yo con tu espalda y con tu ausencia.

Recuerdo la primera noche en que nos vimos. Aunque técnicamente ya era el día siguiente, sin sol y con estrellas sigue siendo noche. Estabas envuelta en tu misterio... o más bien, eras tú la que lo envolvía, con frágiles y sutiles capas de agradecimiento y de sonrisas. Presentabas la que sería tu última exposición en blanco y negro, porque como me dirías después, yo traje el color a tu vida. Nos presentó Iván, ¿te acuerdas? No, él no, tonta, el otro, el moreno. Siempre confundiste a mis amigos, incluso a los que no tenían el mismo nombre. "Te llamó Manuel..." "¿Manuel? ¿Qué Manuel?" "Bueno, era Rafael" "¿No será Miguel?" Daba igual que si no hubieras dicho nada. La fotografía principal era, por cierto, la más pequeña de todas: una pequeña niña, en un vestido gris (que debió haber sido rosa) sosteniendo los despojos de una muñeca de trapo. Todos se preguntaban cómo lo habías hecho. Ese tipo de gente rara vez permite que se le fotografíe. Yo ya lo sabía. No intentaste pagarles con monedas, sino con historias. Hablar su misma lengua te ayudó bastante, y cuando les relataste aquella donde te caíste en el lodo, no pudieron menos que complacerte. Claro que esa historia solo la conozco yo y unos cuantos... haber revelado tu secreto equivaldría a cientos de niñas en cientos de vestidos grises con trozos de muñecas de las que no podría hacerse de nuevo una sola. Tú eras única. ¡Qué bien te sienta el negro! Ya sé que me dirías que a todo mundo, que el negro luce bien en quien sea. Sin embargo tu no vistes de negro. Mas bien, tu lo vistes a él, le haces lucir, das a pensar que podría ser así con todo el mundo, pero yo sé que no. Qué bien te sentaría que yo muriera, para que con tu luto te vieras radiante.

¿En qué momento nos enamoramos? Tu dirías que fue la primera vez que salimos. Con todo y mi mala memoria, hay ciertas cosas que nunca se me olvidan. Las llamadas por teléfono, que a mi jamás se me hubiera ocurrido que pudieran durar tanto, se prolongaban hasta la mañana. Fue a las 6 en punto que aceptaste el café sabor a rosas, siempre y cuando el mío fuera de violetas. Nos mirábamos mucho a los ojos, y no pudimos evitar reírnos cuando me preguntaron: "¿y para su novia?" No nos gustaba hacer que los demás cometiéramos errores, y nuestra broma privada siempre fue que esa era la razón de nuestro noviazgo: "para que el chico del restaurante no tenga que vivir con su error". Lo bueno es que no te gustaban las rosas de verdad, solo las de tu café. Pudimos contar a tres chiquillos con rosas en las manos, claro, "para su novia... o bueno, para su amiga". Luego, la caminata. La luna, que ha sido cómplice y que tiene tantos dueños como amantes hay en el mundo, fue la única testigo. Primero me dijiste que me odiabas, y como no te creí, te respondí con lo mismo. Nos odiamos tanto esa noche... y créeme, nunca me he cansado de odiarte.

Hoy puedo afirmar que tu lloras por cualquier cosa. Lloraste cuando murió la abuela, sí, pero también cuando cancelaron tu programa en la tele. Lloraste cuando dejamos de odiarnos para detestarnos, lloraste cuando se fue tu amiga, cuando se congelaron tus mascotitas emplumadas. Lloramos juntos con la película, e incluso llorabas cuando reías. Nunca hubo mejor momento que cuando podíamos beber bálsamo de lágrimas, combinadas las tuyas con las mías. Siempre dije que te parecías al clima. Sin embargo, nunca fui meteorólogo. Nunca pude predecir si mi nuevo traje te gustaría o si la noche que no hicimos el amor fue una tormenta o una simple neblina. Aprendimos a llorar juntos y a consolarnos separados. Cuando fuimos de viaje la primera vez pediste ventanilla, y yo, un autobús diferente. ¡Cómo nos divertimos en la guerra de almohadas! Eres una capitana increíblemente hábil. Si la guerra fuera hoy y tu dirigieras uno de los ejércitos, habría victoria asegurada. Qué lejanas me parecen a veces tus pestañas, que estoy seguro de haber contado bien antes de que se te cayera una. "Elige: ¿arriba o abajo?" No era una pregunta, era un reto. La noche de los acertijos fue lo mismo. ¿Quién puede saber que la mantequilla va bien dentro del closet? Solo tú. Eres capaz de desafiar todo lo que se te pone enfrente. Aunque no serías domadora de fieras, porque no te iría bien. Eres más bien una de ellas. La noche en la que estuvimos a punto de separarnos, tú con tus maletas y tu silla y mi resto de razón me dirigieron sendos gritos desde el marco de la puerta. No te escuché. Ni siquiera te vi. Simplemente pensé en lo mucho que nos seguíamos necesitando, en lo poco que nos pudimos odiar el tiempo que estuvimos juntos. En las formas que me faltaba encontrar en el Tirol del techo. En las fotos que nunca tomamos. Sin decirnos nada más, terminamos besándonos con pasión hasta que volvimos a aborrecernos. Pero esta noche no.

Esta noche no fueron necesarios ni los gritos, ni el amor ni la luna ni el café con sabor de tus rosas que en vivo no te gustaban. La indiferencia fue más poderosa que toda la artillería de tus guerras ganadas de almohadas. Al mirarme con los ojos de tu espalda comprendí que me habías dejado. Que finalmente no serías para mi, por mucho que te tuviera. Y qué curioso. Después de tanto odiarnos, estoy seguro que que casi te amaba. Que el diablo no necesitó seducirme para que yo lo hiciera contigo. Y mira, justo antes de perdonarlo.

Esta noche debo varias disculpas. A mí mismo, por no haberte dejado de odiar para amarte a tiempo. A ti, claro, por hacerte perder lo poco que de ti misma quedaba antes de conocerme. Y al diablo, porque no podré perdonarlo. Al menos, no hasta la próxima vez.

"Apología del diablo

Esta noche ni siquiera te anunciaste
Solamente por detrás de mi espalda llegaste
A mis oídos un rumor susurraste
Que simple y sencillo es del bien y el mal el contraste..."

Y entonces tú te fuiste, y ya no supe más de mi.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

iPods pa' todos


Apple develó el nuevo iPod classic.


Ya, ya pueden cerrar la boca.

Disponible en modelos de 80 y 160 GB, el iPod classic permite a los usuarios almacenar toda su colección de canciones, fotos, vídeos, podcasts y juegos: hasta 40.000 canciones o 200 horas de vídeo. El iPod classic, que ya es la sexta generación, mantiene todas las prestaciones que los clientes adoran del iPod e incluye, además, una interfaz de usuario mejorada con Cover Flow™ así como una nueva carcasa totalmente metálica.




Igualmente se presentó el iPod nano, con reproducción de vídeo, interfaz mejorada con Cover Flow y nuevo diseño. El nuevo iPod nano presenta una pantalla más grande de dos pulgadas, con 204 píxeles por pulgada, con la que los usuarios podrán ver sus películas, programas de televisión y vídeos musicales favoritos con la misma resolución que en el iPod con vídeo. Cinco nuevos colores: plata, negro, azul, verde y la edición especial en rojo.

Del shuffle mejor ni hablo, no cambió en mucho y no me gusta, je.

En cambio, chequen este monstruo:
Y finalmente, lo que era inevitable: un iPod touch, que incluye una revolucionaria interfaz multitáctil con la que se puede seleccionar y disfrutar de música, vídeos y más en una pantalla panorámica con sólo mover el dedo. Además, incluye conexión Wi-Fi.

Honestamente ya no quiero uno, pero, ¿a poco no son hermosos?

Cita

"Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente"
Albert Einstein

sábado, 25 de agosto de 2007

¡El Candil de la Calle!




Sí... ya llegó, ya está aquí... después del trabajo, la dedicación, el... whatever! Una producción de Canon y RO75 Puebla, con un guión de J. Vázquez (o sea yo) y David Baglietto (mi brother), dirigido (claro) por su servilleta, también yo mero.
Para ver el "Making Of" (detrás de cámaras) chequen este link

RO75 presenta una producción de RO75 PUEBLA
“CANDIL DE LA CALLE” con ALICIA AGUILLÓN GUERRERO y LUIS R. BassKez
dirección
JAIME J. VÁZQUEZ
producción
MARCO J. BADILLO MORALES
dirección de fotografía
DAVID BAGLIETTO FERNÁNDEZ
edición
RAMÓN F. TECÓLT GONZÁLEZ
música original
LUIS R. BassKez
sonidista
MARCO J. BADILLO MORALES
dirección de arte y maquillaje
MONTSERRAT ZAMORA HOLGUÍN
cámara
PAULO CÉSAR FLORES LÓPEZ
asistente de dirección
EDUARDO SAN MARTÍN GARCÍA
asistente de producción
JAIME DA SILVA MARTÍNEZ
asistente de sonido
ÁNGEL GABRIEL AHUATZI AYALA
gaffering
GABRIEL AHUATZI
JAIME DA SILVA
RICARDO CARBONELL
créditos y titulaje
JAIME J. VÁZQUEZ & GABRIEL AHUATZI
Nuestro agradecimiento a la familia Badillo Morales por las facilidades prestadas para la realización de este cortometraje.

A RICARDO CARBONELL, asesor, guía, amigo, mentor y mentador
basado en una idea original de JAIME J. VÁZQUEZ Y DAVID BAGLIETTO

martes, 7 de agosto de 2007

El nuevo Joker...

Navegando por los blogs me ha sido prácticamente imposible encontrar en otro lado esta maravillosa foto del nuevo Guasón (bueno, bueno, es el Joker, pero estábamos en México, ¿qué no?) interpretado por Heath Ledger... nadie está de acuerdo, eso sí, pero de alguna manera a mi me parece "auténtico" y magistral. Concuerdo con muchos al respecto de Jack Nicholson: se quedó atorado en "El Resplandor" y le dio a aquel Joker un tono un tanto distinto del de las viñetas. Cierto, aun es muy temprano para opinar, pues no hemos oído mas que una brevísima risa de Heath y no hemos visto más, pero visualmente (maquillaje y todo) se acerca mucho a lo que yo me habría imaginado. Batman Inicia fue excelente; esperemos que The Dark Knight lo sea igual.

domingo, 1 de julio de 2007

Friendly Fire


El más reciente álbum de Sean Lennon, Friendly Fire. Recomendado.

(No olviden hacer click en "menú" para ver más videos de Sean.)

martes, 26 de junio de 2007

Camina hacia el futuro...

En este lugar no perdamos demasiado tiempo mirando hacia atrás. Camina hacia el futuro, abriendo nuevas puertas, probando cosas nuevas. Sé curioso, porque nuestra curiosidad siempre nos conduce por nuevos caminos, camina hacia adelante y deja ir al pasado.

Walt Disney